Era una iglesia tan pobre, tan pobre que la misa del gallo la hacían con avecrem.
 
  Era un hombre que tenía tanta mala suerte, tanta mala suerte que le salieron tres limones en una máquina tragaperras y en lugar de dinero le cayó un exprimidor.
 
  Era tan rápido, tan rápido que se puso a dar vueltas a un árbol y se tropezó con el culo.
 
  Era una calle tan ancha, tan ancha que en vez de pasos de cebra tenía pasos de elefante.
 
    Eran tan fuerte, tan fuerte que se pasaba el día doblando las esquinas.